Un retiro “marca diablo”. Eso era lo que el cuerpo, mente y espíritu le estaban implorando al actor tico Rafael Rojas durante los últimos tiempos de su carrera artística en México, donde se labró un nombre a nivel continental como protagonista de icónicas novelas juveniles en los años 80 y 90.
Instalado en el D.F. desde 1985, Rafa Rojas (como se le conoce en el ambiente artístico) había estelarizado las novelas más importantes de aquellos años, entre ellas Quinceañera , Baila conmigo y Teresa . Luego, con los 90, vendría una etapa más madura, siempre llena del frenesí que implicaban las grabaciones de telenovelas y obras de teatro.
El teatro fue, dicho sea de paso, su amor primario y su enganche con el mundo de la actuación desde que tenía siete años e ingresó al Conservatorio Castella.
Sin embargo, con el paso de los años empezó a sentir creciente inconformidad. Lo tenía “todo”, si partimos del hecho de que ese “todo” –según los cánones sociales– era éxito profesional, prestigio, comodidad financiera y fama internacional.
Demoró tres o cuatro años en entender, ya casi frisando los 40, una frase que hoy constituye una de sus máximas de vida: “No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita”.
Aventura extrema. Hasta que reventó. “Cuando yo llegué, a mediados de los 80, éramos apoyados por un señorón que se llamaba Emilio Azcárraga, hijo del fundador de Televisa, que en paz descanse. Teníamos muy buenos salarios, nos esforzábamos al máximo, nos divertíamos, jugábamos a no perder ese niño, jugaba al doctor, al policía, al ladrón en cada personaje, eso es parte de creértelo y de hacerlo creíble para los demás... para mí eso es parte esencial del arte de la actuación. Pero luego las cosas comenzaron a cambiar... Fue todo un proceso tomar la decisión de salirme de todo lo que había sido mi vida hasta entonces, pero creo que tomé la mejor decisión”.
Esta conversación con Rafa Rojas se dio el lunes 26 de setiembre, vía telefónica, desde Tlalpan, en la Ciudad de México, donde hoy reside feliz con su pareja, una prestigiosa académica y “aún, mejor persona que profesional, ya te imaginarás qué clase de ser humano es”, acota el actor, quien prefiere mantener a su mujer (como se refiere a ella, con gran cariño) con el más bajo perfil posible. Ya entenderemos por qué.
Sin embargo, la inducción primaria a Rafa Rojas había ocurrido hará treinta y pico de años, cuando las chiquillas de entonces seguíamos las novelas juveniles que protagonizaba como el tremendo galán de ojazos verdes, cabellera rebelde y aquel look de chamarras de cuero y pantalones ajustados que remitían al estilo del ícono de los rebeldes del cine, al legendario James Dean.
Pasaron varios lustros, en los 90 la televisión por cable nos consumió en la televisión estadounidense y de otras latitudes y, ya entrados en la adultez, le fuimos perdiendo la pista a Rafa Rojas.
Luego llegó Internet, en 1995 y con la globalización de las comunicaciones volvimos a saber de Rojas, pues de vez en cuando salía alguna publicación en medios amarillistas, que aseguraban que Rojas vivía en las calles, que estaba acabado por las drogas, incluso que estaba vendiendo piezas arqueológicas en las esquinas. Estas informaciones pasaban sin mucho ruido y, por años, no hubo desmentido alguno. Rojas nunca se pronunció. Lo único que sabía la prensa local es que el actor vivía en México.
Pero todo cambió en abril de este año. Meses antes había descubierto que el famoso tico tenía un perfil en Facebook. Siempre con la suspicacia de que se tratara de una cuenta falsa, le pedí amistad. Me aceptó unos días después, empecé a seguirlo y me percaté de que, efectivamente, aquel era el merito Rafa Rojas.
Justo estaba por escribirle para solicitarle una entrevista –faena que anticipaba difícil porque Rojas no había querido nada con la prensa desde hacía 20 años--, cuando la publicación en portada de la revista mexicana TVNotas lo precipitó todo: un juego de imágenes en las que aparecía Rafa en su época de actor juvenil al lado de otra foto a todo tamaño en la que se veía un mendigo con algunas facciones similares a las de Rojas, todo con el tremendo título: De galán de telenovelas a mendigo: ¡Rafa Rojas hoy es un vagabundo y vive en la calle!
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Y ahí sí. No me parecía consecuente lo que yo veía en su cuenta de FB con la publicación de la revista, que por cierto, de inmediato se hizo viral en los principales medios de espectáculos de todo el continente.
Entonces le escribí y en un tris aceptó conversar conmigo. “Esta vez, se pasaron. Esa revista siempre ha publicado mentiras, es un pasquín. Yo ni siquiera me he tomado el trabajo de desmentirlos por el absurdo de lo que publican, pero ahora es una mentira flagrante que involucra a una tercera persona, y ahora sí me toca salir a desmentir esa barbaridad”, me dijo Rafa en aquel momento.
La amplia entrevista con el desmentido, publicada en La Nación , también se esparció por todas partes, empezando porque la propia Maribel Guardia –amiga de Rojas desde hace años-- alzó su voz en protesta por la persecución que por años le había tendido TVNotas a su coterráneo.
A partir de entonces, se creó un vínculo permanente con Rafa y su pareja. El actor vino recientemente a Costa Rica y departimos como amigos cercanos, pero coincidimos en que sería oportuno contar en qué había estado Rafa Rojas todos estos años, una vez aclarado que lo de pedir limosna no es lo suyo (a estas alturas, tratamos el tema con guasa, aunque él desde el principio se lo tomó con bastante sentido del humor).
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Tras un mes en Costa Rica, regresó a México y este lunes, ya en entrevista telefónica formal –y exclusiva– descorrimos la cortina de lo que ha sido su vida en los últimos 15 años. Con más de 30 años de vivir en México, hoy tiene las dos nacionalidades y también conversa con un particular acento que mezcla el tico con el mexicano en porcentajes iguales, por decirlo de alguna forma.
Rojas es un tipo de hablar pausado, relajado; bromea con frecuencia, pero sus frases se vuelven dardos cuando el tema lo amerita. Es dueño de una memoria prodigiosa y también es un lector voraz, aunque ahorita está preocupado porque está atrapado en Netflix, hoy por hoy, con Breaking Bad .
Aquí está un extracto de la entrevista, cuya versión ampliada se puede leer en nacion.com/entretenimiento.
El continente, y la misma Costa Rica, te conoció cuando ya estabas convertido en un ídolo en México, trabajando con estrellas locales que hoy son prácticamente referentes del mundo del espectáculo, como Salma Hayek, Thalía, Paulina Rubio, Verónica Castro, Silvia Pinal y un etcétera interminable. Pero pocos sabemos cómo fuiste a dar a México... En pocas palabras, ¿de dónde sale Rafa Rojas, el actor?
Me dio por el teatro desde muy chiquito, desde que comencé en el Conservatorio Castella. Ya con 7 años hice mi primera obra de teatro: se llamaba Pitiri y el gigante tragavientos . Desde entonces, me metí en el grupo avanzado de teatro, trabajé en secundaria, hicimos obras lindísimas con Alejandro Herrera, William Zúñiga... nos inició Nico Baker, ganamos varios premios nacionales. Luego pasé al Teatro del Ángel con Lucho Barahona y trabajé con gente muy destacada del medio en ese momento. Gané el Premio Nacional como actor debutante con 1856, en la que hice de William Walker.
”Entonces se me ocurrió (tenía 23 años) irme a Estados Unidos a probar suerte, tenía contactos en Nueva York, Miami y Los Ángeles. Doña Graciela Moreno –directora del Teatro Nacional en aquel entonces– me hizo una carta de recomendación. Yo siempre pensé que era para que me dejaran ver espectáculos en Estados Unidos (ella tenía influencias hasta en la Unión Soviética).
”En mi viaje hice una pausa en México para visitar a una tía que vivía aquí... Todo fue como por accidente: una amiga, Ivonne, me pidió que le llevara una carta a su primo, que vivía en el D.F., en barrio El Pedregal.
”Conversando con él le conté de mis planes, le mostré la carta de Graciela Moreno él, asombrado, me dijo: ‘Nooo, no te vayas para Estados Unidos, lo que dice esta recomendación son llaves de oro, tienes que usarlas. Televisa está aquí no más’. Me hicieron una audición en el año 85, a cargo de Sergio Jiménez, quien al final me dijo que yo estaba formado para todo lo que se me pidiera, para cualquier personaje. Y ahí empezó todo”.
La parte que sigue es la más visible, públicamente, la de todas las novelas que hiciste y el boom en el que se convirtió tu imagen en aquellos años. ¿Cómo recordás aquellos tiempos? ¿Tenías mucha presión? Estamos hablando de novelas de proyección gigantesca...
Pues fíjate que no. Nos divertíamos. Éramos otra raza de actores, llegábamos en punto al llamado, no nos ateníamos al apuntador, estudiábamos nuestras líneas, nos las aprendíamos. Yo pedía siempre que me pusieran bajito el volumen del apuntador.
”En las novelas me tocaron muchas escenas de acción, en ranchos con caballos y pistolas, la verdad es que me la pasaba muy bien, eran los sueldos de los tiempos de Azcárraga, a veces trabajábamos más de 20 horas pero teníamos mucha exclusividad y pasábamos muy motivados”.
Y, ¿qué fue lo que cambió?
Mira, en los 80 los medios se fijaban más en el trabajo, en la calidad actoral. Luego empezó a darse una tendencia feroz que le daba mucha prioridad al chisme, a los escándalos, a los pleitos entre actores... Creo que muchos eran fabricados o acordados entre ellos mismos para aparecer en revistas. Yo me había casado ( Rafa tuvo un primer matrimonio en Costa Rica, luego se divorció y se casó con una mexicana; tiene una hija de su primer enlace y dos, del segundo ) con quien fuera mi segunda esposa y empezamos a tener muchos problemas. No quiero profundizar mucho en eso.
”La prensa empezó a meterse, los sueldos empezaron a bajar, el tratamiento a los actores también... Ya tú veías que las contrataciones de otros actores no tenían el mismo nivel de exigencia que sí teníamos los de la generación con la que yo empecé. El ambiente empezó a volverse tóxico para mí por varios flancos, estaba perdiendo la motivación.
”Aún así, no era una decisión fácil, pues me seguían llegando ofertas por montones para teatro y televisión, mientras yo veía que otros colegas se estaban quedando sin trabajo y me contrariaba rechazar algo que otros estaban deseando por un tema existencial. Pero ya después de pensarlo bien sentí que no tenía otra opción, tenía que buscar un camino diferente, buscar la armonía interior”.
Bueno, eso todos lo pensamos alguna vez, en dejarlo todo para buscar la paz, pero ¿y las cuentas?
Es que eso sí fue un acierto mío, entender que “no es más rico el que más tiene, si no el que menos necesita”. Hay carreras en las que ganas mucho pero también te hacen gastar mucho, yo veía los ejemplos de gente que vivía endeudada, con un nivel de vida altísimo para mantener una imagen porque eran actores famosos.
”Yo por dicha nunca me endeudé con préstamos, nunca compré un gran coche... y menos cuando ya se habían acabado los grandes sueldos y empezaron las competencias que empezaron a surgir, el cable, la televisión en línea...”.
Finalmente tomaste la decisión. Ahora sí, ¿qué tan “marca diablo” fue ese retiro del que hablás?
Mira, estaba recién separado, me quedé con mi motocicleta y me fui a Morelos (Cuernavaca), me compré una tienda de campaña gigante, me instalé al lado de un lago y ahí metí mis cosas, mi equipo, las lanchas, los kayaks, las cosas de pescar. Ahí me la pasé dos años, nadaba todo el día, pescaba en medio de un silencio maravilloso, vivía prácticamente en la montaña, solo, con lo mínimo y casi incomunicado, salvo por las veces que iba al pueblo a hacer compras y por algunos amigos que vivían en las inmediaciones.
”Justamente fue por uno de ellos, que tiene un hotel cercano, que conocí a mi pareja actual, con la que he logrado el equilibro en todo sentido y tengo una relación maravillosa”.
Rafa, de vez en cuando trascendía en la prensa mexicana que tenías problemas con las drogas, que estabas acabado, etcétera... ¿Hubo algo de eso?
No, quienes dijeron eso fueron casi siempre los mismos, los de ese pasquín que la tomaron contra mí para vender más ejemplares. Yo nunca salí a desmentir nada... ¿para qué? Hasta que ya se pasaron con el tema del mendigo y eso. A ver... un santo no he sido. Me tomaba mis tragos y eso ¡todavía me los tomo! ( risas ), pero eso que inventaban de que estaba en centros de rehabilitación o viviendo en las calles, jamás.
En otros “chismes” más benévolos, ¿es cierto que tuviste una relación con Thalía?
( Risas ) Sí, con Thalía fuimos novios por un tiempo, y conste que lo digo porque fue ella quien lo contó en una entrevista, años después. Los caballeros no tenemos memoria.
¿Y con Edith González?
( Risas ) No, no... ya te dije, los caballeros no tenemos memoria.
¿De qué vivís hoy? Ya no vivís en el lago, supongo.
No. Después de que conocí a mi mujer, nos fuimos a vivir a un pueblo hermoso de Tlalpan, en la Ciudad de México.
¿Y a qué te dedicás? ¿Cuál es tu rutina diaria?
Me despierto a las 4 y media de la madrugada, preparo algunas cosas en la casa, me encanta cocinar ( Rafa, según sus amigos en Costa Rica, es un verdadero chef ). De ahí nos vamos al trabajo, yo saco un tiempo para hacer ejercicio, me pongo a hacer mi trabajo, apoyo en la parte audiovisual, pero sin remuneración, algunos proyectos de la universidad donde trabaja mi mujer.
”Mi abuelo materno me enseñó a sembrar, yo tengo mis ahorros y recibo un ingreso por todos los programas que he hecho. Nos gusta mucho la vida en pareja y con amigos, vamos a cenar, al cine y viajamos a Costa Rica dos veces al año.
” Eso para mí es una felicidad: en una época duré 15 años sin ir a mi país, por eso estoy tan feliz ahora. Además hacemos encuentros con amigos y con compañeros del Castella que venimos juntos desde la escuela y nos queremos entrañablemente. Tengo mi huerto, mis sembrados y a la perrita de la casa, con ella salgo todos los días a caminar.
Luego del escándalo por la supuesta mendicidad, te llegaron varias ofertas para regresar al medio. ¿Has valorado esa posibilidad?
Bueno, antes rechazaba todo de plano. Luego me ofrecieron participar, hace dos años, en una serie que se llama Sitiados , de Fox, y ni siquiera leí el guion. Luego, cuando la vi, ahí sí me arrepentí de no haberla aceptado. Entonces ahora sí leo lo que me ofrecen, para que no me pase de nuevo, pero no estoy esperando que ocurra, si me llaman lo valoro, y si no me llaman ¡mejor! (risas ).